martes, 14 de junio de 2011

A LOS SEMINARISTAS DE LA DIOCESIS DE SAN CRISTOBAL


¡SALUD Y PAZ EN EL SEÑOR!
Queridos hijos:
En Venezuela, la fiesta de Pentecostés, con la que conmemoramos la venida del Espíritu Santo sobre el Colegio apostólico es el día del Seminario. Por tal motivo, quiero saludarles a todos ustedes con el cariño del pastor. Es una hermosa oportunidad para reafirmar los vínculos que siempre deben existir entre los miembros de la comunidad formativa del Seminario y el Obispo. Sirva, pues, esta ocasión, para reiterar mi aprecio a todos y cada uno de ustedes, y animarles a seguir adelante en el proceso formativo y de discernimiento vocacional en el que están actualmente.
La fiesta de Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo y de la mayoría de edad de la Iglesia. Desde ese momento, con el entusiasmo apostólico, los discípulos se lanzaron a la apasionante tarea de la evangelización, de la cual nosotros somos herederos. El Espíritu Santo, prometido por Jesús a sus discípulos, llenó con sus dones a quienes debían comenzar la tarea de edificar la Iglesia, predicar el Evangelio y extender el Reino hasta los confines de la tierra. A partir de entonces, Él se ha hecho presente en la Iglesia, pues es el protagonista de la misión, con la que se hace sentir la fuerza salvadora de Jesucristo en todo el mundo.
En Venezuela, los Obispos de hace muchos años atrás tomaron la decisión de que en Pentecostés se celebrara el día del Seminario, precisamente para recordar que en el cenáculo de cada seminario se debía repetir la acción de ese Espíritu Consolador. De hecho, cada uno de nuestros seminarios es un cenáculo, donde un número de discípulos del Señor está discerniendo acerca de su vocación sacerdotal. Para ello, se requiere la iluminación del Espíritu que secunda la obra de los formadores y la actitud de discernimiento de cada uno  de los seminaristas.
Por tal motivo, en este día del seminario del año 2011, además de saludarles y animarles a abrir sus mentes y corazones a la acción del Espíritu, quiero invitarles a que siempre mantengan viva en cada uno de ustedes la llama del Espíritu Santo. Con Él, no sólo madurarán la respuesta a la llamada de Dios, sino que se irán conformando cada vez más como testigos valerosos del evangelio de Cristo. Hoy el mundo requiere de cristianos decididos; por tanto también de sacerdotes decididos, pero en el ejercicio de su ministerio: con celo apostólico, caridad pastoral y una vida según el Espíritu, adornada por los carismas de la diocesaneidad y fraternidad sacerdotal.
No dejen de aprovechar este tiempo del seminario para entablar una profunda amistad con el Espíritu Santo: así podrán sentir la luz de su sabiduría y la fortaleza que es la clave para la perseverancia. No olviden que el día de la ordenación sacerdotal recibirán la gracia del mismo Espíritu que los marcará y los configurará a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote para toda la vida. No dejen de hacer sentir que el Seminario es el cenáculo de nuestra Iglesia local de San Cristóbal: allí deben ir experimentando la gracia de Dios que les llama, el amor a la Iglesia, la centralidad de la Palabra y de la Eucaristía, las lecciones de la caridad fraterna… para que, madurando en su proceso formativo, puedan llegar a ser los sacerdotes que el corazón de Cristo quiere para su pueblo.
Les bendigo y les saludo con afecto de padre y pastor. Los encomiendo a la maternal protección de María, madre de los sacerdotes, que tuvo una especial vivencia del Espíritu Santo. Ella sea el modelo de lo que significa para todos una vida según el Espíritu.
                   +Mario del Valle, Obispo de San Cristóbal.
San Cristóbal, 12 de junio del año 2011. Fiesta de Pentecostés.

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