lunes, 3 de octubre de 2011

Carta a los Seminaristas de la Diócesis de San Cristobal


A LOS SEMINARISTAS DE LA DIOCESIS DE SAN CRISTOBAL
Al iniciar este nuevo curso académico 2011-2012, quiero saludarles con todo el afecto de Pastor, y desearles que sea un tiempo de gracia en el que sigan caminando y profundizando en el discernimiento de su vocación. Saludo a los que inician su vida en el Seminario, sea menor o mayor, invitándoles a ponerse en las manos de Dios para que sea Él quien les guíe en esta experiencia de vida que están comenzando. Saludo a los que van caminando en las diversas etapas formativas, recomendándoles que mantengan su mirada en los ojos de Cristo Sacerdote, a quien deben ir identificándose cada día más. Saludo a los Formadores, a la vez que les ratifico mi apoyo y mi agradecimiento por la tarea que realizan de ser alfareros que modelan la figura de Cristo Sacerdote en los futuros ministros de la Iglesia.
El Seminario es como el Cenáculo donde el Señor tuvo un contacto directo y decisivo con los discípulos que Él mismo había eloegido para luego ser los continuadores de su obra de salvación. En él, los seminaristas van aprendiendo a configurarse a Cristo, Sacerdote y Buen Pastor. De allí que todo él, con sus estructuras físicas y las diversas áreas que constituyen la formación sacerdotal se conjuguen para permitir que el seminarista pueda ir realizando el discernimiento vocacional y así afinando su justa y adecuada respuesta. Para ello, ciertamente hay que atender a las normas y directrices de la Igglesia, pero ante todo hay que desarrollar toda una vivencia desde la fe en Cristo y enla Iglesia.
En esta línea, hay que seguir haciendo que el Seminario sea un ámbito que posibilite el encuentro cotidiano y permanente con Jesús, el Señor. Desde la experiencia de este encuentro vivo con el Maestro y Pastor Bueno, los seminaristas podrán ir profundizando el discernimiento vocacional e ir creciendo en su formación, la cual apunta, como ya lo hemos dicho a aprender a configurarse con Cristo Sacerdote. Esta configuración se consigue con la ordenación presbiteral, pero no se debe improvisar. Por eso, la importancia de considerar el Seminario como ese cenáculo formativo donde cada candidato va creciendo en el conocimiento del Señor, la vida en el Espíritu y va abriéndose para ir modelando en sus propias vidas el rostro de Aquel que les llama a ser consagrados en la Verdad.
 A todos ustedes quiero animarlos a ver este tiempo y esta experiencia como una manifestación muy especial de la gracia de Dios. Es desde el amor, desde donde Dios les llama; es con su amor como van siendo formados; es para manifestar su amor salvador para lo que se van preparando. Les invito a seguir adelante y a no dejarse contaminar con los criterios del mundo. Antes bien, arriésguense a caminar en pos del Señor, “dejando todo” para hacer realidad el seguimiento de Jesús como discípulos y misioneros suyos.
El Seminario, cual cenáculo formativo de futuros sacerdotes, debe centrarse en la Mesa de la Palabra y de la Eucaristía. Ellas, como nos enseña el Concilio Vaticano II, constituyen los ejes centrales de toda comunidad eclesial. Con más razón el Seminario: es la comunidad donde, precisamente, se preparan los futuros ministros de la Palabra y de la Eucaristía, servidores del Pueblo de Dios en el nombre del Señor. Que la continua meditación de la Palabra y la espiritualidad eucarística hagan de cada uno de ustedes auténticos servidores y testigos de Cristo para nuestra Iglesia.
Les saludo con todo mi afecto y los encomiendo a la maternal protección de María del Táchira, Nuestra Señora de la Consolación y Madre de todos los Sacerdotes, así como a la intercesión de Santo Tomás de Aquino, patrono de nuestro Seminario y de San Juan de Avila y el Santo Cur de Ars, modelos y patronos del Clero Diocesano.
Con mi cariñosa bendición de pastor,


            +Mario del Valle, Obispo de San Cristóbal.

San Cristóbal, 2  de octubre del año 2011.

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