domingo, 25 de marzo de 2012

Una nueva alianza...

Una nueva alianza…
Tema central en la reflexión y predicación del Antiguo Testamento es el de la alianza. Es la realidad con la que se signó el nacimiento del pueblo de Israel luego de la salida de Egipto. Con la alianza se establecía una estrecha vinculación de Dios con su pueblo. Y, como tal, la alianza no debía romperse, so riesgo de desaparecer uno de los dos miembros de la misma. Va a ser el drama de ese pueblo a lo largo de su historia: la ruptura de la alianza por parte de Israel que muchas veces se iba tras otros dioses. Esto traía sus consecuencias. Sin embargo, ahí estaba Dios no sólo dispuesto a perdonar, sino sobre todo a reconstruir la alianza con su pueblo.
En un momento particular de la historia de Israel surgió el mensaje profético que anunciaba la urgencia de algo nuevo. Un espíritu nuevo iba a ser infundido para restaurar la vida verdadera de dicho pueblo. Jeremías, va un poco más allá cuando anuncia que en un futuro se crearía una nueva alianza, que no será como la que se hizo con los padres del pueblo de Israel. Será una alianza no sellada en piedra sino en el corazón de los miembros de ese pueblo. Así se establecería la ley en lo más profundo de la menta y de los corazones. Por eso, como Ezequiel lo hizo, se anunciaba un espíritu nuevo en el alma de los israelitas. Dios seguirá siendo el verdadero y auténtico Dios que se da a conocer de manera directa en el propio corazón de cada creyente.
En nuestros tiempos, por la Pascua de Jesús, esa nueva alianza ya no es un futurible, sino una realidad concretizada a través de la ofrenda sacerdotal del Cordero Pascual. Con su muerte y resurrección, Jesús selló la nueva alianza y fue tal el efecto que todos los que la acepten se convierten en “hombres nuevos”. Es lo que San Pablo también identifica como la nueva creación. Se trata de una transformación radical de toda la creación y de toda la humanidad. Tanto en el antiguo como en el nuevo testamento, el calificativo “nuevo” tiene que ver con una dimensión muy particular de la acción de Dios en medio de la humanidad. Hace referencia a la salvación; esto es a la plenitud que Dios consigue para su gente, para su pueblo. Esa plenitud se inaugura con el evento pascual de Jesús. Todo aquel que participa en ese evento, es invitado a caminar en “la novedad de vida” como nos enseña Pablo.
La nueva alianza ha sido sellada y podemos participar de ella gracias al bautismo, con el cual somos introducidos en la salvación y por el cual nos convertimos en hijos de Dios. Ahora esa nueva alianza tiene una dimensión inédita: no se sella entre Dios y otros seres, sino entre Dios y sus hijos. Es el fruto de la entrega pascual de Jesús con su muerte y resurrección.
+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.

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