domingo, 1 de abril de 2012

Silenciosos Orantes Santos Un “SOS” al cielo por más de un millón de jóvenes.

Emmanuel Arcia
arcia@me.com

Resumen:
En las siguientes líneas es presentada la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011 en 3D. Son las tres dimensiones de más de un millón de almas: jóvenes silenciosos, jóvenes orantes y jóvenes santos. En modo especial la vigilia de oración en el aeródromo de Cuatro Vientos.

Palabras claves:
Santos, orantes, silenciosos, vigilia.Silenciosos Orantes Santos.

Un “SOS” al cielo por más de un millón de jóvenes.

La pasada, aunque actual en muchos corazones, Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011, la he vivido en 3D. Pero no son los efectos especiales del cine, sino las tres dimensiones de más de un millón de almas: jóvenes silenciosos, jóvenes orantes y jóvenes santos. Me refiero de modo especial a la vigilia de oración en el aeródromo de Cuatro Vientos. Iluminada con las luces del cielo: los rayos; bendecida con las gotas de agua: la lluvia; adornada con más de cuatro vientos: la tremenda tormenta; pintada por muchos artistas: la alegría en los rostros de los jóvenes; organizada por muchas mentes y manos: los voluntarios; reafirmada por las palabras del Santo Padre Benedicto XVI: “Yo espero aquí”; amparada por la mejor de las madres: la Virgen María; hecha posible por el Todopoderoso: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Estando en camino hacia el aeródromo, bajo el sol sofocante, caminando por las calles que nos conducirían a uno de los eventos más importantes de la JMJ: la vigilia de oración con el Papa Benedicto XVI y al día siguiente la Santa Eucaristía; pude observar y hablar con muchas personas. Eran todas muy diversas en alturas, colores, idiomas, banderas, pensamientos, ruidos, etc. Pero tenían un único sentir: JESUCRISTO.

Recuerdo un grupo de italianos que caminaban —aunque parecía que corrían— y al mismo tiempo gritaban o cantaban al ritmo de aplausos en su idioma: ¡esta es la juventud del Papa! ¡Benedicto! Éstos se detuvieron bajo la refrescante agua que una niña, con la ayuda de un tubo, la vertía desde la terraza del sexto piso de un edificio. ¡Qué refrescante ese rocío! ¡Qué estupenda idea! ¡Qué buena fue esa niña!

Con un cielo lleno de grises nubes, el momento tan esperado llegó: el Vicario de Cristo, el Papa Benedicto XVI estaba con nosotros. ¿Quién contra nosotros? ¿El viento? ¿La tormenta? ¿La lluvia? ¡No, no, no! Nosotros estábamos muy seguros porque estábamos con Jesucristo. Nadie ni nada nos hizo dudar. Éramos más de un millón de personas; más de un millón de corazones palpitando sin cesar; más de un millón de almas; más de un millón de alegrías.

Cuando la tormenta comenzó, vi los rostros de las personas a mi alrededor; eran rostros que pintaban el horizonte gris con los colores de la alegría, del gozo, del regocijo. Probablemente más de uno estaba asustado por los rayos que iluminaban el firmamento, pero bromeábamos —con muchas sonrisas— diciendo que eran como “el flash de las cámaras fotográficas de los ciudadanos del cielo”, queriendo conservar algunas fotografías de nosotros.

A mi espalda, bajo una pequeña manta, había más de seis personas cubriéndose de la lluvia. Un poco más atrás, unos chicos disfrutaban cantando bajo la lluvia que venía a refrescar nuestra gran casa: el aeródromo.

No sé cuál de las dos tenía la razón, pero cerca, bajo una improvisada tienda hecha con mantas, en un grupo de californianas, una chica comentaban en voz alta y con tono jocoso a sus amigas, refiriéndose a la tormenta que teníamos encima: “...es reflejo que el demonio está enojado al ver tantos jóvenes con el Papa...” Otra chica le contradijo con tenaz tono convincente: “No es el demonio, es Dios que nos está bendiciendo...”

Después de la tormenta nuestro querido Papa Benedicto XVI inició la vigilia de oración delante del Santísimo Sacramento; y con Él, los mismos jóvenes que hace unas horas gritaban, cantaban y bailaban, se disponen a elevar un “SOS” al cielo con auténtica piedad y recogimiento. ¡Qué vigilia de oración!

¡Intenso momento inolvidable! Estando delante del Santísimo Sacramento, aunque fue un momento breve, parecía un momento tan largo y desmedido que no consideramos posible medirlo con reloj alguno. ¿Cuántas cartas habrá recibido Dios Padre?

¡Bendito silencio indescriptible! Estando en oración, solo emitimos “un gran ruido silencioso”; el cual solamente Dios fue capaz de escucharlo. Nosotros solamente oíamos las pocas gotas de agua que aún caían y golpeaban el suelo.

 ¿Cuántas conversaciones habrá tenido Dios Hijo?
¡Tantas experiencias imborrables! Estando en la presencia de Dios, todos los buenos propósitos, todos los buenos deseos, todas las inspiraciones... lo que nos sopló el Paráclito y aun conservamos en nuestra mochila. ¿Cuántos corazones habrá hecho arder Dios Espíritu Santo?

¡De la ruidosa tormenta a la paz! Estando guiados por Nuestra Madre la Reina de la paz, nuestro rumbo estaba con buena dirección y buenos vientos. Nosotros sólo sentíamos una “tormenta tranquila” que se veía en los muchos rostros felices. ¿Cuántas lágrimas de amor habrá contado la siempre Virgen María?

A primera vista puede parecer asombroso que alguien escriba sobre la JMJ, haciendo referencia a más de un millón de jóvenes como: silenciosos, orantes y santos. Sobre todo porque en las calles, parques y otros sitios donde se desarrollaron los eventos, no solían dar la impresión de ser ni silenciosos, ni orantes, ni mucho menos santos. Al contrario, parecían una gran cantidad de locos que se divertían, bailaban, cantaban y gritaban sin parar. Sin embargo, demostraron su deseo de ser santos, siendo orantes en medio del mundo, con un palpitar silencioso que, al mismo tiempo, dirigiéndose al cielo, sabe dar gritos de alegría para rendir gracias, solicitar ayuda e implorar perdón.

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